En Greccio, un pintoresco pueblo entre majestuosas rocas a 700 metros sobre el nivel del mar en la provincia de Rieti, en 1223 San Francisco de Asís creó el primer belén viviente de la historia. A través de las calles de Greccio, el santo, arrullado por la belleza del lugar, quiso celebrar la Nochebuena en esos lugares, permitiendo a todos los habitantes del pueblo compartir esta extraordinaria experiencia.
El encanto del belén viviente de Greccio: una tradición centenaria
En la noche del 24 de diciembre de 1223, ese deseo se hizo realidad en el primer belén viviente, realizado con esmero cuidado. Durante la misa celebrada por San Francisco, un bebé apareció en el pesebre, un acontecimiento excepcional que transformó la noche en un momento mágico.
800 años después, el belén viviente de Greccio sigue dando vida a este acontecimiento, transmitiendo intensidad espiritual y emoción. El ambiente único del pueblo, con sus callejones y piedras antiguas, recrea la magia de ese momento atemporal.
Desde 1223 hasta nuestros días: emociones vivas en el corazón de Greccio
El belén viviente, en el centro de la celebración, es una representación cuidada y auténtica. Desde el vestuario hasta los diálogos, todo está cuidado hasta el más mínimo detalle, sumergiendo a los visitantes en el encanto del evento original. Los habitantes del pueblo son los protagonistas, transportando a los presentes al aura mística de la Edad Media
Los diálogos, extraídos de los textos del biógrafo de San Francisco, Tommaso Celano, cobran vida en las seis pinturas vivientes repartidas por el pueblo, que ofrecen una perspectiva única sobre la vida del santo y el nacimiento de Jesús. El belén viviente de Greccio es más que un evento, es una oportunidad para revivir la historia, sumergirse en las tradiciones y saborear la autenticidad de un pueblo que conserva celosamente sus raíces. La fiesta expresa la visión de San Francisco, continuando con el deseo de compartir la magia de la noche de Navidad con cualquiera que se acerque a Greccio, donde la historia y la espiritualidad se entrelazan en un abrazo fascinante.