En el corazón del Valle de Comino, el origen del Cabernet encuentra sus raíces en las sabias intuiciones del agrónomo Pasquale Visocchi, una figura de extraordinaria versatilidad del siglo XIX. En los albores del siglo XIX, Visocchi plantó las primeras vides de Cabernet en Atina, en la provincia de Frosinone, dando vida a una tradición vitivinícola que marcaría la historia vitivinícola de la región.
Motivado por la convicción de que producir un buen vino requería poesía y arte, Visocchi, agrónomo, enólogo, empresario del papel y alcalde de Atina, revolucionó la agricultura en Val di Comino. Creó campos experimentales, adoptó métodos de cría e implementó técnicas de bodega aprendidas en Francia. A través de estos experimentos, Visocchi compiló una clasificación de las especies más fértiles, dejando un legado de conocimiento que inspiraría a las futuras generaciones de viticultores.
En 1999, el Cabernet de Atina volvió a destacar, obteniendo el prestigioso reconocimiento de la Denominación de Origen Controlada (DOC). Este éxito fue posible gracias al compromiso de un grupo de propietarios de bodegas apasionados y visionarios.
Enrico, uno de ellos, que había pasado años en Escocia, decidió comprar las tierras de la familia Visocchi, donde se cultivaban Cabernet DOC y Merlot desde 1860. Aunque Henry no pudo ver el cumplimiento de su sueño, la tierra permaneció inactiva durante casi cuarenta años. Fue su hijo Fabio, junto a sus nietos Marco y Enrico, quienes retomaron el camino trazado por aquel emigrante en Escocia, continuando con el legado familiar. Hoy en día, cada botella de Ricucc’ (Atina Cabernet DOC: 85% Cabernet Sauvignon, 15% Merlot) abierta y servida, evoca la memoria y el honor del abuelo Enrico.
El vino en el Valle de Comino no es solo un producto, sino un patrimonio cargado de historia y cultura. Cada sorbo cuenta las historias de pioneros como Pasquale Visocchi y Enrico, que dieron forma al territorio con su dedicación y pasión. La tradición vitivinícola de Atina, con su Cabernet DOC, es una combinación perfecta entre las habilidades transmitidas por las generaciones anteriores y la innovación llevada a cabo por las nuevas generaciones de viticultores. En cada copa se puede saborear la riqueza de esta tierra, celebrando la continuidad de una tradición que ha resistido el paso del tiempo.